Los sectores económicos donde desarrollar y asentar el emprendimiento son prácticamente inagotables. En el Seminario Internacional sobre "Educación y Emprendimiento: Formación técnica para la innovación", organizado a principios de octubre por el Ministerio de Educación, SERCOTEC, la Pontificia Universidad Católica, DuocUC, Inacap, Sofofa y Codesser, conocimos experiencias en el sector minero y en el turismo sustentable, en la madera, gastronomía y hotelería; también nos adentramos en lo que es un observatorio de nuevos oficios, a través de una experiencia española, porque justamente se trata de detectar y localizar actividades emergentes.
La economía chilena precisa multiplicar la capacidad emprendedora. Integrada al mundo, competitiva y en pleno proceso de crecimiento y de adquisición de tecnologías y nuevas habilidades para conseguir un desarrollo equilibrado y equitativo, la actividad productiva del país verá garantizado su despliegue si es que dispone de un siempre renovado y creciente contingente de individuos emprendedores, vinculados particularmente a la base productiva; esto es, a actividades específicas donde el aprendizaje emprendedor pueda ser aplicado directamente. En otras palabras, una formación para el emprendimiento que complemente las formaciones técnicas, y que despeje el camino para el desarrollo de las empresas de menor tamaño.
Es claro. Nuestra economía no podrá seguir confiando exclusivamente en lo que han sido hasta hoy sus principales pilares: grandes empresas eficientes y altamente concentradas; conocimiento y experticia también concentrados en pequeños grupos dirigentes; y exportación de productos naturales sin el valor agregado necesario. Los desafíos del crecimiento y la globalización implican necesariamente un cambio de rol de las empresas de menor tamaño, que hasta ahora ha sido secundario y dependiente; debemos apoyar el mejoramiento de la competitividad de las Mipyme, cuestión que pasa entre otras cosas por dotarlas de capacidad emprendedora calificada.
La conjunción entre empresas de menor tamaño y desarrollo de capacidad emprendedora, en un mundo donde la competitividad y la innovación son variables claves del éxito, es la ecuación de futuro. La enseñanza para el emprendimiento, y la adecuación de los respectivos currículos, deben -en consecuencia- convertirse en una prioridad. No es una tarea que empiece de cero: en Chile ya existen algunas experiencias y, lo más importante, el terreno parece estar suficientemente abonado para impulsar un salto cualitativo en la formación de emprendedores. A distintos niveles, se observa una oferta incipiente y promisoria de formación para el emprendimiento.
Sin embargo, y como un beneficio tangible de la globalización para nuestro país, las experiencias internacionales en educación para el emprendimiento resultan especialmente instructivas, y pueden y deben ser internalizadas. Así lo entendimos en el seminario mencionado, que contó con la presencia de destacados expositores extranjeros. En otras economías ya se ha recorrido un camino, depurándose contenidos y currículos. Una gran inversión de país es conocer tales realidades y prepararse para aplicar sus enseñanzas. Los retornos de tal inversión se canalizarán hacia el sector de las empresas de menor tamaño, donde descansa buena parte del desarrollo económico armónico y equitativo que el país demanda.