El protocolo de Kyoto sentó las bases para que globalmente abordemos el cambio climático. Chile fue pionero en ingresar al mercado de los bonos de carbono en Latinoamérica y, mundialmente, somos el quinto país en oferta de proyectos MDL (mecanismos de desarrollo limpio), detrás de India, China, Brasil y Corea del Sur.
Pero no podemos ser autocomplacientes. Desde todos los sectores debemos continuar la reducción de emisiones. No sólo incrementar cuantitativamente la penetración de los MDL, sino escuchar las voces que buscan otorgar mayor calidad a estos mecanismos. El Gold Standard es una apuesta en este sentido.
Energía renovable, eficiencia energética o utilización de metano para generación de energía, además de proyectos hidroeléctricos con un límite de 15 MW, son las iniciativas que podrían aspirar a esta certificación. El requisito de otorgamiento es hacer una contribución activa al desarrollo sustentable.
En lo económico, se trata de realizar aportes concretos a la autonomía tecnológica del país; en lo social, contribuir a la reducción de la pobreza, y en materia propiamente ambiental, tener impactos positivos en la biodiversidad.
La mirada europea y algunas experiencias estudiadas en Chile demuestran que la sustentabilidad es una problemática eminentemente social. Se trata de un fenómeno integral que implica todas las dimensiones humanas.
El contexto histórico, político, económico y cultural ha legitimado prácticas y modelos de desarrollo que han provocado el uso desmedido de los recursos del planeta. Es en este mismo entorno, entonces, donde es preciso detenerlo. Ya hemos estructurado un sistema de control asociado a valores económicos y coordinaciones políticas con características de mercado. La novedad es que este mercado está en constante renovación, por lo que surgen más y mejores alternativas.
El Gold Standard produce un positivo impacto en los volúmenes de precio. La reducción de emisiones Gold Standard se vende entre un 10% y un 20% más cara que el precio regular. Además, existen garantías de pago, porque los compradores son de alto nivel –como el Mundial de Fútbol FIFA y los Juegos Olímpicos de Londres- y por último, beneficios no financieros, entre los que se cuentan el control de riesgos, la mejora de la imagen y la visibilidad en el mercado.
A nivel país, lo más relevante es que un incentivo directo a proyectos de energías alternativas avanza en la línea de resolver otro de nuestros principales problemas: el desabastecimiento energético. Como hablamos desde una sustentabilidad integral, todas las variables están en juego: aspectos éticos, sociales, ecológicos, energéticos y económicos.